jueves, 2 de agosto de 2012

Redes.

Ave.



Al fin y al cabo todo empieza igual. Una frase que te inspira, o unos ojos que te observan más de la cuenta, haciéndote más llevadero el no hacer absolutamente nada. Pero llega un punto, en el que no sabes como continuar, nada está perdido, y aunque no estás lo suficientemente alto, hay mucho que perder. La espera puede acabar con un problema de comunicación, y con un ansia latente perfectamente visible. Que puedo beber tus ganas aunque escueza tu roce. Prosigamos. El contar de una historia que se hace eterno y el miedo pide opuestos por argumento, nada de fechas, datos y declaraciones; tú, yo, y las ganas que te tengo. Las indirectas son lo mío, demasiado complicado quizás, pero un ''por supuesto'' de vez en cuando, arrastra a mis labios a cometer el más bello crimen. No son  meditaciones, no hay nada reflexionado, solo frases de pensamientos alternos que declaran algo que seguro que no te es indiferente. Que esta sonrisa, no está ahí por casualidad, y que una caricia tuya, calma cada célula de mi cuerpo haciendo avanzar el tiempo de manera irregular. Por ello lanzarse al vacío se hace difícil, por muy lleno de oportunidades que esté. Avísame si es necesario darte las gracias por rodearme y llenar de tu perfume la habitación. Que yo te acojo si es necesario, y si no lo es, también. Un par de palabras, sin ser un número significativo, pueden llegar en el momento justo y por mucho que la gente ya haya desgastado su significado, en tus labios cobran fuerza y miles de interpretaciones más. No me des más razones, dame momentos, por mucho que las interrupciones puedan sacudir el termómetro medido en pálpitos.
Las lágrimas se agolparon con la rapidez que tus palabras sanaron la  herida de una mala experiencia. De nuevo, que si hace falta, te sello con un gracias lo más cercano al tacto de tu piel, que no hay nada más estable. 
Regálame un roce de despedida que el resto ya lo ponen nuestros subconscientes.
A soñar despiertos.











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