domingo, 4 de noviembre de 2012

Los ojos perdonan, el alma no es tan benévola.


Decir que no.

Las columnas, los pilares, las raíces, el suelo que nos sostiene. El cielo que hace sobrecogernos con cada estrella que lo surca y, las auroras boreales brillan y bailan dibujando paraisos abstractos. Nos empeñamos en apropiarnos de las nubes nombrándolas como si de nuestra propiedad fuesen y no nos damos cuenta, que valoramos lo que el anhelo nos ofrece y, que una vez poseído, nos cansa la vista. Siempre hay excepciones, si es el anhelo indicado, es el elegido para permanecer cerca, entonces, nunca es anhelo verdadero, pues su presencia tiene un lugar a nuestro lado.
Solo son palabras bonitas hasta que cobran vida en los labios que hicieron copia-pega de tus sonrisas y rindieron al fuego la última chispa de tus ojos, que, aunque rápida se convirtió en vapor, la frialdad de los pensamientos se encargó de condensar las miradas y hacerlas formar parte de la más esperada tormenta veraniega. Que ya, nos quedan lejos esos días.
Y por mucho que vire el barco, puede no encontrar la dirección correcta, porque ha de quedarse estático, o porque simple y llanamente, no es su día de suerte, y le toca perderse hasta encontrar caminos improvisados, y si eso, dar con el correcto. La fuerza que cierra mis ojos, no es cansancio sino la pareja del suspiro que parece durar una eternidad hasta que la luz desaparece y lo hace con tu presencia... Que ya no cuento las horas hasta que amanezca, y aprendí a vivir en la noche, la oscuridad se hizo mi mejor amiga y los vacíos son solo tiempos de meditación, espacios que llenar con música y no con un repaso a tus palabras. Y gracias, las que yo tengo. Que monumentos mil, mil me merezco por el alzar de manos que aclara mi existencia, y el ayudar desinteresado que suele reinar mi cama. Donde escribo lo que pienso, lo que veo. Que no es subjetividad, que hay cosas que son como son y tengo el derecho de gritarlo si eso me hace sentir mejor, y, aunque ya no me quede voz, al alma le queda coraje y eso grita mas alto que cualquiera de tus gemidos.
No necesito un cielo con estrellas para cerciorarme de que no estoy sola, lo asumí, con el tiempo. Aquel que perdí.
No podemos dormirnos en las cosas que estuvieron a punto de pasar ni yacer inventando los posibles caminos que pudo escoger nuestro andar... Que si algun día creíste que lo entenderías, estabas equivocada, y tus ojos seguirán tomando tierra cada vez que oigas un susurro, aunque no entiendas lo que farfullan los labios.
No hay segundas oportunidades. Es mentira. Y cuanto antes lo asumamos, mejor, el tiempo pasa y, puede llegar a ser lo único. Pues paso yo y doy mil vueltas a las agujas del reloj. 
Cuando tu vas, yo he ido y vuelto mil veces.
No hace falta hablar para mentir, sobra con miradas bipolares.









Varias letras.

Cuando poco merece la pena, y lo poco se convierte en la nada.


Veamos, hay dos clases de dolor, a decir verdad hay varias, según su intensidad, pero, dejémoslo en tres, seamos neutrales. Físicamente pueden herirnos, yaga que una vez curada, desaparece sin dejar apenas rastro. Sentimentalmente, cuando nos referimos a que algo nos duele, hiere de verdad, huella jamas borrable y que nos perseguirá siempre, inevitable  inalienable... Y finalmente, Dolor, el dolor de verdad, ese que agota tus fuerzas y te deja rendida en la nada, arrodillada ante lo mas sumiso, dispuesta a mil batallas con ausencia de aliento. Veremos nuestros corazones y cuerpos luchando, desistiendo y volviendo a intentarlo, porque se trata de contar los intentos y no las batallas perdidas. Pero el dolor real, ese dolor que mira a cualquiera por el rabillo del ojo, ese, ese permanece, siempre, la lucha son lágrimas, los intentos sollozos, y cada caída, cada batalla perdida, son todas las buenas noches, todas las que se perdieron, e irrecuperables, demandan normalidad.
La impotencia ha acudido de nuevo y la historia se repite, tres factores siguen intactos, inesperadamente, coincidiendo con cada dolor intenso.
Actos, personas, situación. 
Impotencia, que no puedo decir mas, que no puedo mas, que pediría perdón, que si la humillación es valorada, la acato, que solo busco final, y no un comienzo del ciclo que ya agotó mis pensamientos... Que sí, que prefiero estar vacía cuando nada hay para dar, porque nada tengo, nada queda, y nada quiero más que un "basta", un "hasta aquí", o un "ya", que deje claro que soy libre.
Que no quiero volar, solo quiero intentarlo, suéltame.
Deja que salte.