jueves, 7 de marzo de 2013

Sonrisas.

                              Divinicemos la dignidad.



Y aquí seguimos con o sin compañía, o acompañados de la nada, que más bien da lo mismo, pues nos escondemos tras canciones y frases bonitas que carecen de sentido, como todo ésto.
La culpa. Tómatelo como un favor, que el universo te señala con el dedo índice, pero yo me reflejo en tu inocencia; dejémoslo pasar, soy libre.
Dar a la lista de reproducción, y, aleatoriamente, sentir el ritmo de las respiraciones, y vuelves a caer, y caigo, y caigo. Pedir ayuda no es lo mío, pero tus gritos agudos de socorro parecen no cobrar importancia cuando vuelves a la vida real. Por lo menos me acompaña el silencio, que tantas decisiones ayuda a tomar, y tantas preocupaciones aguanta.
Tengo la cabeza fabricada para omitir las indirectas y alcanzar las frases con sentido único sin apenas dificultad de asimilación.
Llega un momento en el que el tiempo se hace llevadero, parado, esperando tus huellas, instante en el que el viento aclama que la eternidad no espera, y mis pisadas cobran vida. Corre. Corro. Direcciones opuestas por culpa que llamaré ajena aunque el universo siga en sus mismas.
Llamadlo destino si eso os consuela, pues es cuestión de suerte, casualidades, mentalidad, personas, tiempo y aguante; destacamos el orgullo, que no todos lo lucen bien. Cabeza alta aunque venza la grabedad.
Hay que tener las cosas claras, pues dije que no daría pasos atrás y no los daré; la felicidad no se encuentra en el reflejo del mar, sino en el color del cielo, pero el agua sigue jugando un papel fundamental si emerge de un rostro, que pocas veces se atreve, Y lo de usar suspiros como medio de comunicación, muchos te dan mil vueltas, cuando es sincero ese respirar, por ejemplo. Personalmente creo embustera tu mirada y tus reacciones ante el frío y los tras piés, que esto, ocurrirá millones de veces, y no quiero la misma solución, quiero palabras blancas y sin trasfondo, tres, por ejemplo, que marquen el recorrido de una grieta surcada por lágrimas que hagan cicatrizar con la ayuda del tiempo.
Nunca fue tan fácil mirar con indiferencia y sonreír de cara al sol. pero que no se funden los plomos, porque las fuerzas huyen y no soy nada. Ni siento, ni padezco.
Llevarse las manos a la cabeza.
Dejarse caer buscando la grabedad.
El peso de uno mismo es el peso de lo que fuimos, somos y seremos.
Dejar que las preocupaciones se amontonen y propinar el más duro golpe de azar.
Grabedad.