domingo, 29 de diciembre de 2013

Shake out.

ALCATRAZ

Mucho tiempo sin escribir, porque no hay nada que decir. Nada que alguien quiera escuchar, temerosos de darse con la verdad de bruces.

Hace tiempo que me dejé. Me abandoné en una cuneta a mí suerte y con el propósito de afrontar las cosas sola, se quebraron mis huesos tras muchos kilómetros caminados.
Por cada crujir, un suspiro, y por cada caída, puede que una lágrima, pero llorar no es fácil cuando el oxígeno estresado sale a golpes de tu pecho.
Que palabras tan conmovedoras. Que dura es la vida. Que idiotas somos todos. Ingenuos. Mentirosos. Ciegos.
Ojalá pudiese escribir un reflejo de mi interior aunque fuera solo para romper el papel y hacer sus trozos volar, como recuerdos olvidados, que dejan de ser recuerdos para ser vestigios de una vida anterior. 
Quizás si pulso el botón, salten los comandos, exploten las miradas y asome la vergüenza por algún lado, y, puesto que no considero a nadie lo suficientemente digno de contemplar tan bello espectáculo, es mejor mantener cerrada la caja que derramar su contenido como si careciera de valor.
Ojalá pudiera desahogarme sin cuidar de mis palabras, o de mis actos, una fórmula anti estrés tan sencilla como dejarse caer, y caer, y caer. Pero puede que no me levante, puede que los huesos quebrados por las decepciones me impidan elevarme, puede que haya que aminorar la carga y simplemente dejarlo todo ir.
Pero puede también. que en el interior de cada uno, encontremos la cárcel más segura para nuestros sentimientos y no merezca la pena liberarlos solo por caminar más fácilmente.
La cobardía, es para los ricos.














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