domingo, 26 de abril de 2015

...y, aquello

                                                                                                  3
Por qué se abre,
por qué duele lo mismo,
por qué el tiempo no pasa por las heridas y la lluvia escuece en vez de sanar,
por qué su risa taladra el pecho, por qué sus ojos calan los huesos y humedecen la mente.

Por qué cambia los días su presencia,
por qué mirarle hace que la la lluvia moje menos, que el sol queme más,
por qué no eres capaz de dejar marchar  un recuerdo en los ojos, una huella en la piel.

Cuánto tiempo,
cuántas noches,
cuántos cuerpos
necesitas para olvidar un golpe de persuasión,
los vestigios de la coacción,
la culpa que palpita en la conciencia de tus defensas.
Aquellas que exhaustas tiritaron hasta rendirse ante el humo,
             sucumbir ante el fuego,
                           convertirse en cenias.

Y dejarte arder.






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