martes, 17 de julio de 2012

I'll make you shiver, I'll be your fling.

Números.


La irregularidad de los pensamientos hace que no tenga sentido, lo sé, pero tampoco espero que entiendas la razón de unas estrellas para alumbrar la noche a unas horas desmesuradas. Una interrogación que introduce una mecha de misterio si la respuesta no es la esperada, sino, aún mejor.
Porque las cosas fáciles quitan mérito a un sostener de la mirada, y los enredos de mi pelo son marcas de impaciencia, porque viniste, cuando no había vacío, sino, un lugar para tus versos.
No tengo un ''infinito'' en mi ADN, pero si pendula de mis manos un ''ahora'' que humedece tus labios. Y esa sonrisa, que ni una nota musical.
Y el cielo muere de envidia.
No temblamos, porque la tierra es demasiado estable en comparación con nuestras manos, respirándote tan rápido que hiperventilo. La sutileza de un movimiento que dejará rastro en la ropa, y recuerdos en la atmósfera.
Revovinemos. Y para ahí, cuando te cueste respirar.
La perfección no existe, pero no hay que pasarse, nos gustan los prejuicios, haciendo de la vida una búsqueda eterna, egoísta e inconformista. Tampoco existe la felicidad, la oscuridad o la magia. Pero ya ves, que ahora poco importa; y todo sigue igual, lo único que cambia es una servidora que abre los ojos cada mañana porque no queda más remedio que escribir un cuaderno de apuntes filosóficos, sendas de sentimientos. 
                                                                                                    ''Un rincón de paranoias, mundo mismo.''


sábado, 14 de julio de 2012

Oxígeno.

Arquitectos.

Es curioso. Cómo las cosas que cuestan son las mejor recompensadas en la mayoría de los casos, pues, como siempre, no todo es como esperas, y un ''adiós'' puede doler de manera diferente, más intensa, o indiferentemente.
Quemando el motor no vas a conseguir que vuelva, solo que esboce una sonrisa de burla ante las yagas de tu alma. Buena suerte. Sí. Allá tú y tu inconsciencia que tantos ratos han dado que pensar y que reír, y que temblar...
Cierto, las cosas no salen como esperas...tampoco como yo esperé...aún mejor. Que nos pille desprevenidos una ráfaga de aire que aclare las ideas que un día se agolparon en la garganta del azar. Por típico que suene.
Por típico que suene, un día en soledad hace que te encuentres con las preguntas que un día escondiste debajo de la cama como un ''ojos que no ven...'' ...pero veían, y sentían, y morían.
Así que un día te acuestas pensando ''mañana será otro día...que ahora desvarío''...y te levantas con un ''hay que parar ya''... y lo haces. No sabes muy bien como. Y ya. Libre. No se me fue de las manos...dejé que se escurriera hasta apretar con fuerza y romper con la imagen más oscura. ¿Orgullo? Sí. ¿Decepción? Por qué no.
¿Y si el fallo no fue ninguno? Ése es el problema. Acusar a alguien siempre facilita las cosas, el despecho, la venganza y la rabia...son una gran escapada a las reflexiones nocturnas. Cuando nadie tiene la culpa, cuando la situación es impensable...ahí empieza el dilema, las complicaciones... y las palabras que duelen. Pero haces bien en ser honesto contigo mismo. Y una exclamación se convierte en un punto final. Y un capricho...en una herida.
Podría decir lo que quieres oír, pero eso no es lo que hará que des un paso al frente, aunque luego tropieces con restos de corazones. Para ello intentas suavizar cada gesto por más que sabes que de poco va a servir...y un suspiro cansado marca la diferencia.
Y ahí está...ya no sangra, pero la herida con el dolor latente permanece para dañar tus pupilas con cada sobresalto de tu imaginación...y solo puedes confiar en que, lo que cuidaste, sirva de ayuda para una cicatriz sin marca...pero con rastro.
Habla. Habla aunque no sea lo que quiera. Porque toca alzar la cabeza, aunque pese la prepotencia de un pasado ordenado y un futuro por sorprender.
Saca tema de conversación, que me apetece escuchar tus letras. 


                                                        ''El daño está hecho...ahora intenta dejar la herida lo mejor posible.''


















miércoles, 11 de julio de 2012

Euforia y decepción.

Rivalidad de pensamientos propios.

Podría hablar en singular y dirigirme a un ''tú'' que duele inesperadamente y espeta palabras que no ayudan a levantar la mirada en el momento de la detonación. Por mucho que abras la boca, las palabras no saldrán por sí solas, y no serán las que quiera oír, porque ya, nada me vale. Gracias por demostrarme que la confianza puede llegar a clavarse como un puñal cuando cualquier sonido da asco y toda fuerza, es violenta.
Gracias por avisarme de que las cosas no son eternas y, las que más duelen, son las más cortas; gracias también por ser tú y que yo no vaya a aprender la lección porque confiar es mucho más fácil, que el dudar, cansa.
Y si todos estos ''gracias'' son sinceros, es porque no nos parecemos tanto, y que no te asalten las dudas porque estaré ahí, solo por fastidiar.
Es temprano y sin embargo las malas pasadas hacen que vuelva a casa con la cabeza gacha y los puños apretados; comencemos a sangrar malos pensamientos y ganas de descargar la ira contra algo inocente, o quizás no tanto.
No son las horas, que también, las que ayudan inconformistamente a taladrar mi pecho; por otro lado cada sonido del reloj, cada palabra inesperada, y cada saludo no deseado, hacen que la rabia se almacene en mi boca haciendo mostrar mis dientes.
En señal de venganza, mi mejor sonrisa irónica.
Ojalá no me torne del color de la ira ni la envidia deje rastro en mi piel; porque, ojalá fuera capaz de sentirme neutra, ante las brechas formadas a gente impaciente.
Una indiferencia que acuchilla suave pero profundamente deshaciendo una idea brillante, convertida en escombros.
Algunos lo identifican con la llama, la rabia del fuego, y la tranquilidad de unas cenizas que jamás volverán a  ser prendidas. Los imposibles son reales. Y el fuego fácil de avivar.
Quémame.