jueves, 17 de diciembre de 2015

Pues como no sé que título poner voy a rellenar este campo por rellenarlo. Esto se llama Z y eso.

                                                                                                  
                                                                                                  Z

Me conociste entre letras,
y por ellas trepaste para llegar hasta mí.
Entre letras te pienso,
aunque no me atrevo a escribir.
Me hallo perdida en un huracán de sinexplicaciones,
un infinito de letras que solo saben hacerse notar con dos palabras.

Me conociste entre letras,
y entre letras te digo,
que quererte siempre ha sido lo más parecido a quererme a mí.
Tal vez porque tú seas yo,
seas , seas mi vida,
mi mundo,
seas tú.

Entre letras te digo,
que escribirte es desgarrarme el alma,
pues no he encontrado poema, verso, estrofa, palabra... que sea digno espejo de mi corazón.

Entre letras,
te digo que me entristece no encontrar palabras para describir.
Saber que no existe la justa,
la medida,
que no puedo partir mi pecho y entregártelo en unas hojas de papel.
Nadie ha inventado papel ignífugo.

Entre letras, entre palabras, versos, estrofas, entre un poema, entre tú y yo,
vamos a conformarnos con decir que nos queremos,
mientras te entrego en silencio hasta lo más impuro,
de mi corazón.

domingo, 26 de abril de 2015

...y, aquello

                                                                                                  3
Por qué se abre,
por qué duele lo mismo,
por qué el tiempo no pasa por las heridas y la lluvia escuece en vez de sanar,
por qué su risa taladra el pecho, por qué sus ojos calan los huesos y humedecen la mente.

Por qué cambia los días su presencia,
por qué mirarle hace que la la lluvia moje menos, que el sol queme más,
por qué no eres capaz de dejar marchar  un recuerdo en los ojos, una huella en la piel.

Cuánto tiempo,
cuántas noches,
cuántos cuerpos
necesitas para olvidar un golpe de persuasión,
los vestigios de la coacción,
la culpa que palpita en la conciencia de tus defensas.
Aquellas que exhaustas tiritaron hasta rendirse ante el humo,
             sucumbir ante el fuego,
                           convertirse en cenias.

Y dejarte arder.






...y, eso

                                                                                              Idealizamos.
¿Recuerdas esa sensación de perder el rumbo, perder la meta, el sentido, la razón.
De ignorar tu cama, las sábanas, de sentirte           extraña           en tu propia habitación.

Esa sensación de saber que estuviste a punto de tropezar de nuevo y,
en vez de eso decidiste
 dejarte 
caer.

Recuerdas las noches en vilo,
esperando preguntas, esperando respuestas,
palabras, silencios...

Recuerdas por qué decidimos dejarnos,
decidí dejarme y hacer de cualquier cuneta mejor hogar del que fueron tus brazos.

Recuerdas por qué tatuaste mi cuerpo con tus dedos,
por qué retaste a mi circulación con las palmas de tus manos,
con el filo de tus nudillos?

Porque sinceramente,
hice de mi memoria un disco duro volátil.
Transformé la lluvia en dosis de realidad. Me drogué
con mentiras que ocultaron mis venas,
y dejé de latir para morir
en labios de "mea culpa"
y miradas de lástima por un pasado oscuro del que
no
recuerdo
nada.

...y, esto

                                                                                              No regresará.
Efímero, como el humo. Intenso, empapando tu garganta, inundando tu paladar. Obligándote a espirar la húmeda niebla que se escapa de entre tus labios.
Despacio al principio, y más rápido después.
Condensándose en una bomba de aire claro, transformándose en finos hilos que se separan con el impulso de tus pulmones.
Lo intentas retener, inhalar, hacerlo regresar, recuperarlo. Revivirlo.
Pero es tarde. Más rápido, cada segundo más distante, con formas ambiguas, contrapuestas.
Y las líneas se cruzan, se encuentran y se esparcen de nuevo, pero por mucho que tus labios lo añoren, no regresará.

Inhalarás de nuevo, empaparás tus pulmones de otro aire, inundarás tu olfato con otro olor, extrañando el que adormecía tus sentidos, arrullaba tu cabeza.
Échale la culpa al tiempo, a las circunstancias, a los que te dijeron que todo estaba bien.
Échale la culpa a él, a ella, a ellos, a los golpes, las lágrimas...
Pero tú eras la única dueña de la primera ficha.
Tú hiciste el primer movimiento, tú desencadenaste el efecto mariposa.
Tú, decidiste dejarte caer sobre las nubes que hoy se tornan clavos.
Tú decidiste acallar las voces, silenciar los consejos, dejarte llevar.

No puedes culpar a nada que no sea tu cabeza, por hacer caso al corazón.
El que decidió que lo que tu cuerpo sentía eran cosquillas frente a cuanto vibraba tu interior.
El que te obligó a pensar que lo tuyo era el drama, y te desvió de la herencia romántica de la lluvia y el verso y te inculcó que la felicidad eran días soleados con marcas de guerra, con hazañas grabadas en tu cuerpo.
Y decidiste ser de adamantium, dejándote sentir lo que tu cabeza procesaba, evitar las dosis de realidad, las que ahora te desvelan, las que te asfixian.

Consiguiendo nada.
Arrebatándote el poder de decisión, dedicándote a comprar el humo que vendía la esperanza.
Esperanza, nada que ver con hacer regresar el calor; esperanza de deshacer lo andado, de volver al principio, de volver a elegir.
Pero no merecería la pena.
Sabes que revivirías lo pasado, aunque eso significara volver al "0" de un eje de coordenadas lleno de
líneas difusas que, se cruzan, se encuentran y se esparcen de nuevo, pero que por mucho que tus labios lo añoren, no regresará.

Da la bienvenida a la esperanza, la que trepa por tu sistema circulatorio absorbiendo la vida de tus venas, haciendo que tu corazón palpite por dolor, por amor al masoquismo, por revivir, por re-sentir, por re-crear, re-creer, re-querer.